TALLER DE MEDITACIÓN
Reinicio actividades 29/2/2016
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martes, 26 de abril de 2011

El Combustible Espiritual

   Hoy en día sobreabundan los movimientos y tendencias que tratan de orientar la búsqueda, como en todos los periodos críticos, hacia la espiritualidad. Desde un sinnúmero de perspectivas diferentes y muchas de ellas de suma validez, se busca darle un mayor sustento espiritual a la vida que se lleva. Para darle mayor contenido, riqueza, volver a recuperar valores perdidos.
   Para nosotros, desde la dinámica mental, es siempre fundamental, no perder de vista la integridad de la persona humana. Esta integridad, que definimos, como cuerpo, psiquis y mente.
  En nuestra concepción entendemos psiquis de una forma parecida a la emocionalidad de la persona. Y el concepto de mente, en forma semejante al de espíritu.
   Solemos decir que estos tres elementos que uno separa en forma arbitraría y con afán didáctico, forman una unidad que se informa e influencia recíprocamente. Por eso en nuestro trabajo, es fundamental el comienzo en la comunicación con el propio cuerpo. Solía insistir el padre Moreno, en la importancia de remarcar que la génesis de la vida espiritual era inconcebible sin el potenciamiento del cuerpo. En nuestra definición de mente, solemos hablar de ella como conciencia encarnada, lo que marca desde origen la importancia de lo corporal como sustento de la espiritualidad. Y a la vez el efecto formativo que esta mente espíritu ejerce sobre la conformación del cuerpo, esta información es desde nuestra óptica semejante al pensamiento, el padre Moreno decía algo semejante a:  a quien crea explicar el pensamiento por el cerebro, le resta explicar el origen del cerebro por el mismo tipo de información que la del pensamiento. 
   Partimos entonces con el reconocimiento y toma de conciencia del propio cuerpo, que no se detiene en él y que al ir produciendo una relajación progresiva, continúa su desarrollo hacia un ordenamiento de la vida emocional. Es decir que esa estructura de cuerpo y emociones se ordena, permitiendo el surgimiento de la información, que siempre es de carácter formativo, de la vida espiritual y que va fomentando la creación de una síntesis racional-lógica que se integra con lo emocional-afectivo, dando lugar al surgimiento de lo que definimos como ideas fuerzas. Concepto a veces no del todo claro y de difícil entendimiento para algunos. No son ideas positivas que vienen desde afuera, dadas por algo o alguien, sino que surgen espontáneamente luego de un arduo trabajo de saneamiento a niveles orgánico-emocionales.
  Desde este lugar trabaja la dinámica mental, en sus diferentes ejercicios y propuestas de relajaciones y meditaciones. Es un acercamiento progresivo a un centro unificador que va provocando una visión epifánica en todo su alrededor.
   Es de suma importancia tener bien claro y calibrar la importancia de cada una de las partes expuestas, es decir que estas unidades constitutivas, cuerpo, psiquis y mente, no agotan la conciencia libre, son la puerta de acceso, cualquiera de ellas al poder profundizar en un anclaje en la realidad. La integración de estas partes sin negar ninguna de ellas, pero con el ordenamiento necesario, el padre Moreno lo explica claramente:

  “Una conciencia limitada al cuerpo, en el caso de una enfermedad física, conducirá necesariamente  a una identificación del yo con la enfermedad que se padece, pero no se es la enfermedad. La autoimagen parcializada en la vida afectiva, conducirá a convertirse en el problema afectivo que se padece pero que no se es. Lo mismo acontece con un pretencioso angelismo de una imagen descarnada, que no es otra cosa que la negación más flagrante del ser”

   Desde la meditación y la dinámica mental, alentamos toda aquella búsqueda ordenada a la salud, que no pierda de vista la totalidad e integridad de la persona humana.

sábado, 16 de abril de 2011

Suele la gente preguntar, que es lo que hacemos.

   Trato muchas veces de poder explicar, transmitir, en que consiste nuestro trabajo. El trabajo de la meditación. Realmente está plagado en este momento el territorio. Nadie tiene la verdad en estas lides, simplemente cada uno tiene una vía de trabajo o acceso.
   Nosotros tratamos de trabajar a partir de la salud, animando y alentando todo aquello que la convoca, la invita a manifestarse, aquello que ayuda a la gente a vivir. A vivir una realidad centrada, que reconoce limites, que se comunica con ese primer eje que es la comunicación con uno mismo. Por eso solemos empezar el trabajo con una etapa liberatoria donde se trabaja con los mandatos, se revisan, se ordenan, se descartan o se adhieren. Partimos de la conciencia reflexiva, esa capacidad de la especie humana de flexionarse sobre uno mismo, de pensarse, reconocerse, desconocerse. Pero a partir de esa reflexión damos un paso más hacia la conciencia posesoria. Esa conciencia que empieza centrándose en la respiración, como guía, como primer toque en un camino, como señal e invitación. Cuando la respiración se aquieta, el cuerpo comienza a relajarse, el pulsar de la sangre se hace más rítmico, todo el cuerpo va entrando en otra fluencia diferente, hay una ralentización progresiva y gradual, se activa el parasimpático, y el cuerpo entra en esos momentos de nutrición. A la vez la relajación corporal, libera… permite que fluyan las emociones que están atrapadas en la tensión… por eso algunas veces la gente se asusta o desiste en estos comienzos. Todo el mundo quiere sentir, pero no demasiado, nos dice la experiencia. Por eso trabajamos desde lo gradual, convocando primero imágenes que fomenten la relajación, armónicas, saludables, aquietantes. Para una vez realizado este primer paso poder abrir la compuerta a otras sensaciones que necesitan ser liberadas, escuchadas, transformadas en salud. Toda emoción cautiva toma cuerpo de alguna manera, encuentra su vía de expresión a través del silencio. Es realmente apasionante el trabajo. Se va desarrollando esa conciencia posesoria que permite adueñarse del propio desarrollo, siempre alentando lo posible y saludable.
   Los primeros pasos de la meditación consisten básicamente en pasar de nuestro estado habitual de conciencia activa, vinculada a los sentidos, profundamente influenciada por los mismos, dependiente del mundo interno y externo. A desarrollar progresivamente una conciencia pasiva. Una conciencia que no queda atada a la percepción sensorial en ninguna de sus formas, ni internas ni externas. Esta conciencia pasiva va desarrollando una capacidad de composición, al modo de una sinfonía, activando la imaginación creadora y realizando una vinculación profunda entre origen y destino, dándole un sentido diferente a todo lo que pasa.
   Este aquietamiento progresivo no consiste en poner la mente en blanco, expresión que no nos resulta del todo feliz y parece a veces complicar el terreno de trabajo. Preferimos el poner la mente en silencio. El padre Moreno siempre hacía hincapié en esto, en el silenciamiento de los ruidos. Solía decir: “El bien no hace ruido, el ruido no hace bien” y básicamente desde los sistemas eléctricos, hasta la comunicación por computadoras o lo que sea que se plantee, siempre es este un tema central como disminuir el ruido para favorecer la comunicación. Es un tema siempre interesante y que a nivel de trabajo conciente abre la puerta hacia caminos nuevos, de apertura profunda que suelen deparar grandes encuentros en la interioridad.
   Algunas veces siento que la tarea que emprendo es realmente difícil, que todo el mundo sabe de meditación, que escuchan a los Ángeles o tienen llamas azules, o purifican los ambientes tóxicos con llamaradas de luz violeta. Todas cosas que trabajadas seriamente seguramente serán muy útiles, pero que en la mayoría de los casos solo generan nuevas resistencias sobre un trabajo que alguna vez debe ser encarado con la seriedad que merece. Pero en esos momentos en que siento que mis fuerzas no me acompañan, que me siento perdido busco siempre algunas palabras que acompañen. Hoy comparto algunas de don Carlos Castaneda, su Don Juan y su desatino controlado:

   “Por eso un hombre de conocimiento elige un camino con corazón y lo sigue: y luego mira y se regocija y ríe; y luego ve y sabe. Sabe que su vida se acabará en un abrir y cerrar de ojos; sabe que él, así como todos los demás, no va a ninguna parte; sabe, porque ve, que nada es más importante que lo demás. En otras palabras, un hombre de conocimiento no tiene honor, ni dignidad, ni familia, ni nombre, ni tierra, sólo tiene vida que vivir, y en tal condición su única liga con sus semejantes es su desatino controlado. Así, un hombre de conocimiento se esfuerza, y suda, y resuella, y si uno lo mira es como cualquier hombre común, excepto que el desatino de su vida está bajo control. Como nada le importa más que nada, un hombre de conocimiento escoge cualquier acto, y lo actúa como si le importara. Su desatino controlado lo lleva a decir que lo que él hace importa y lo lleva a actuar como si importara, y sin embargo él sabe que no importa; de modo que, cuando completa sus actos se retira en paz, sin pena ni cuidado de que sus actos fueran buenos o malos, o tuvieran efecto o no.
"Por otro lado, un hombre de conocimiento puede pre­ferir quedarse totalmente impasible y no actuar jamás, y comportarse como si el ser impasible le importara de verdad; también en eso será genuino y justo, porque eso es también su desatino controlado".

   Buenas noches.

miércoles, 13 de abril de 2011

Primeros pasos en la meditación

  En nuestro trabajo meditativo, tratamos de llegar de alguna manera a revisar la trama profunda de relaciones. Aquello que se ha transformado en estructura. A medida que las actitudes, comportamientos, el tipo de relaciones que establecemos con personas y cosas, se van consolidando se produce un refuerzo en la estructura. Con el paso del tiempo parece mucho más difícil el poder transformar ese marco de soporte a partir del cual se siguen agregando capas de conocimientos nuevos, todo lo que es conciente en algún  momento pasa luego a formar parte de esa estructura de soporte, transformándose en esa trama oculta que siempre es influencia activa o pasiva.
    En palabras de Chiozza, con la claridad que a veces algunos pueden dar a sus palabras:

   “Bateson (1972), en  Pasos hacia una ecología de la mente, plantea 
un metamodelo que aplica tanto a la comprensión de la evolución 
biológica como a la evolución de las ideas dentro de lo que denomina un 
ecosistema. Apoyándonos en sus conceptos, podemos concebir que todo 
lo que es antecedente funciona actualmente como una “trama de fondo”, 
inconciente, constituida por la persistencia de configuraciones antiguas 
que en su momento han sido “figuras” concientes y que han “sobrevivido” 
resistiendo a la presión selectiva ejercida por otras configuraciones. Lo 
nuevo, en lo actual, puede ser concebido como una nueva “figura”, como la 
creación de una “forma” inexistente antes, surgida como producto “mixto” 
de un encuentro entre la “trama” inconciente antecedente y la ocasión 
particular y presente que ocupa la conciencia (Chiozza, 1980g).
Si aplicamos este metamodelo a la conducta de un individuo en 
su medio, podemos concebir que tanto los actos motores como los 
procesos perceptivos (sensoriales y sensitivos) poseen “tramas de fondo”, 
constituidas por pautas, códigos o claves inconcientes que a su vez, cuando 
fueron concientes, fueron figuras que se des tacaban de otro fondo. Esas 
pautas subyacentes, propias y específicas de cada proceso, funcionan 
interrelacionadas en un retículo que configura un sistema, y en la medida 
en que integran una trama, han perdido su carácter de figura.”


  El trabajo con la meditación permite un acercamiento y revisión de esas estructuras profundas, para, en la medida de lo posible, en cada caso particular reconocer y recrear substituyendo el ligando de la energía creativa con las fuerzas que operan desde lo más profundo del inconciente humano y estableciendo la reparación a través de una imagen substitutiva que surge de manera sintética sobre las imágenes profundas alcanzadas. Este trabajo es obviamente gradual y progresivo, no es algo que se alcance de una vez y para siempre, es un trabajo plagado de búsquedas, errores, encuentros, aciertos y desaciertos, pero siempre propiciando, en la primera etapa de la vía meditativa, que en nuestro sistema de trabajo esta constituido por la etapa liberatoria, un acercamiento a esas fuentes profundas, partiendo de una necesidad de orden desde el origen de la meditación. Es decir que el enfoque que se haga en los primeros pasos, la expectativa generada, deben ser graduadas y atentas a la necesidad de cada participante particular, para evitar el fomento de patologías activas o latentes.
   La primera etapa de la meditación es entonces la etapa liberatoria, que constituye la evaluación, toma de conciencia y revisión de todos los mandatos que como sujetos sostenemos tanto, activa como pasivamente. Estos mandatos se ven todo el tiempo reforzados, confirmados o revisados en el encuentro con los nuevos mandatos que la cultura de la época va imprimiendo en cada uno de nosotros como sujetos de una sociedad.
   Resulta entonces verdaderamente difícil definir, que es meditar o que es la meditación. A priori hablamos de nuestro trabajo como meditación, pero en estos primeros momentos del viaje, cuando uno se enfrenta a la revisión y reestructuración, en esta etapa liberatoria, es realmente difícil establecer una demarcación concreta del final de esta etapa liberatoria y si la misma puede ser llamada o no meditación. En algún punto quizás resulta un tanto intrascendente y es obviamente un paso imprescindible para poder alcanzar lo que en otras culturas o sistemas suelen llamar meditación. La duración de esta primera etapa liberatoria dependerá del sujeto y las circunstancias presentes en su vida y la posibilidad que tenga de modificar su actitud y manejar las influencias del entorno. Pero a la vez en la medida que este trabajo se profundice y sin haber terminado con el mismo, aparecen ya encuentros con imágenes o vivencias, vinculadas a la segunda etapa del camino meditativo, la vía iluminativa.